martes, 15 de diciembre de 2009

Berlusconi no se amilana


Después de haberse comido un gnochi al dente que lo dejó labiabierto, el Premier italiano debió ser hospitalizado en el Hospital Argentino de Milán, donde permanecerá en observación de los preceptos hipocráticos que prohíben a todo paciente abandonar el nosocomio sin antes haber pagado los costos del tratamiento. Los médicos que lo atienden todavía no han podido precisar si el agresor le rompió la cara al mandatario, o si el político la tenía rota ya desde hacía rato, pero lo que sí saben es que se trató de un golpe. “Es un milagro”, dijo el jefe de carólogos del hospital, “si la réplica del Duomo le daba dos centímetros más arriba hubiera podido perder un ojo de la cara, el mismo que pensábamos extirparle como método de pago”.
El agresor fue identificado como un tifoso del Milan que, descontento con el canje de Ronaldinho por Kaká, decidió descargar su furia contra el rostro más emblemático del club. El carácter siniestro del golpe hizo que en un principio se barajara la posibilidad del que el agresor perteneciera a un grupo de izquierda, pero finalmente se comprobó que se trató de un cross de derecha recalcitrante.
A pesar del traumatismo, Berlusconi goza de la buena salud de dos enfermeras y aclaró que esta vez no se cobrará venganza, pero sí aspira a tener él también derecho a réplica.

jueves, 10 de diciembre de 2009

La Biblia y la salsa de soja


Debo a la conjunción de un jefe tunecino y otro chileno el conocimiento de Martín Brauer. El hecho se produjo hace tres meses, durante un congreso de la ONU en Puerto Madero. El tunecino se inquietaba al ver que, en lugar de no hacer nada como el resto de nuestros compañeros de trabajo, mi nuevo amigo y yo escribíamos sátiras que lo tenían por protagonista; el chileno solo nos rogaba que hiciéramos nuestra puesta en escena de The Importance of Being Earnest a distancia prudencial del mostrador, para que los delegados de Francia y el Reino Unido no se vieran apabullados por el peso de la cultura argentina. Una mañana Brauer trajo una peluca que había comprado una tarde en que estuvo de remate en el barrio de Once. Al día siguiente extrajo de su mochila una Biblia de Guttenberg. Antes de dejármela sostener en brazos, me advirtió que, en la versión que tenía entre manos, el pueblo de Israel había pasado a llamarse Pescadores de Raza o Pescadores de Área (para evitar eventuales rimas involuntarias), y que a Moisés le habían cambiado el nombre por el de Jürgen Klinsmann. Más incrédulo que indignado, abrí el pesado tomo en una página cualquiera, porque de todas formas mi desconocimiento del alemán escrito es tan absoluto como el oído de Mozart, por no decir nada acerca del hecho de que mi entendimiento del alemán hablado no es, ni empero, mayor que el de Beethoven. El azar dispuso que el libro se abriese en la página en donde Dios se le revela a Moisés a través de la zarza ardiente. Le entregué el libro a Brauer para que leyera en voz alta unas frases que sonaron a directivas de la GESTAPO; enseguida se encargó de volcarlas al español judeocristiano (ladino): “¿Quién eres?, preguntó Jürgen. Y Dios le respondió: Salsa de Soja.”

Le dije a Brauer que la traducción, amén de inexacta, era blasfema; por mucho menos que eso, a Lutero y Espinoza los habían excomulgado por dos meses, impidiéndoles asistir al sorteo del Mundial de las Religiones que se disputaría al año siguiente en el Monte de los Olivos, segunda Meca del Islam y primera del judeocristianismo. Le pedí a Brauer que me dejara echar un vistazo al versículo. Examinarlo y revisar la fecha de impresión fue casi todo uno. No sin resquemores, tuve que admitir que Brauer había traducido bien: efectivamente, la palabra alemana Sojasoße había conocido la imprenta casi al mismo tiempo que Guttenberg. Brauer me dijo que nunca antes había visto un error alemán semejante, y que la sangre de sus ancestros judeo-alemanes lo conminaba a encontrar el origen del desliz. Retruqué que mi sangre judeo-polaca estaba acostumbrada a los equívocos de rusos y alemanes, sobre todo en lo que a cartografía se refiere, pero que, si precisaba un humilde ladero que le marcara con inclemencia las falacias de sus deducciones, con gusto lo ayudaría en la pesquisa.

Comenzamos por el principio: el Séfer Bereshit. Recordé que, donde el ineficiente traductor alemán había escrito la palabra compuesta Sojasoße, el original hebreo, dictado por Dios a Moisés en el monte Sinaí, simplemente rezaba el verbo Hineni, de traducción imposible al castellano. Los porfiados lenguaraces que se empecinaron en traducirlo al español como “soy el que seré” siempre reconocieron que su versión tenía mucho menos ritmo que la portuguesa “o qué será qué será”. Así y todo, concluimos tajantemente con Brauer, era imposible que los escribas españoles hubieran ignorado la más atinadas de las traducciones a una lengua romance: la Bible francesa del monje Flaubert. En su esfuerzo por expresar el verbo hebreo en su italiano nasal de aguda acentuación, el asceta acuñó este feliz hallazgo: “la zarza ardiente c’est moi”.

Partiendo de esta pista insignificante, con Brauer nos propusimos rastrear el origen del error alemán en el destino de los cinco ejemplares franceses de la primera edición de la Bible. Porque nuestro jefe tunecino era el francófono que teníamos más a mano, acudimos a él en primer lugar. Por ignorancia, él nunca había oído hablar de la Biblia ni de Flaubert, pero así y todo no se privó de recomendarnos la lectura del Corán y de las 1001 noches, los únicos dos libros en los que, según él, solo un ciego argentino podía no haber visto camellos ni palmeras. Agotada nuestra paciencia, encaramos a nuestro jefe chileno, que por haber escapado a Suiza poco antes de la asunción de Salvador Allende, y por llevar ya treinta años tratando de pronunciar la r francesa sin ayuda de Ginebra, se merecía una consulta. En un principio, él tampoco fue capaz de arrojar demasiada luz sobre el asunto, pero a último momento creyó recordar que, en sus años mozos, cuando salía con niñas, había visto una botella de coñac cuya etiqueta mostraba un grumete francés que, munido de un pesado libraco “gordo como una Biblia”, se disponía a embarcar en una de las carabelas de Colón. Lamentablemente el chileno no era capaz de precisar si había entrevisto la imagen en la botella antes o después de habérsela bebido él solo, pero una corazonada nos reveló a Brauer y a un servidor que aquellas eran las únicas palabras sensatas que le habíamos oído en las dos semanas que llevábamos trabajando para él.

Con la excusa de que un ciclón amenazaba con trasladarse de Boedo a Centroamérica en la esperanza de obtener un título continental, convocamos a los delegados de todos los países caribeños a cuyas costas hubieran arribado las naves de Colón, y, ahí nomás, entre un chascarrillo y otro, con Brauer empezamos a atosigarlos con preguntas sobre la Biblia y el calefón. Finalmente, después de varias inquisiciones, el representante de Cuba admitió conocer la historia de la Biblia francesa.

Según nos relató el mulato, ni bien pusieron pie en Cuba, los marineros de Colón perdieron como por arte de magia la capacidad de pronunciar la r española vibrante, pero lograron conservar su negación para el aprendizaje de idiomas extranjeros. Frases simples como what’s your name? suponían un dolor de cabeza para los conquistadores de Cuba; los marineros caían como moscas al intentar leer frases más complejas y foráneas como la mencionada “la zarza ardiente c’est moi”. Para evitar más muertes y hacerles inteligible la palabra del Señor, el grumete francés acometió la traducción de la Bible de Flaubert al incipiente dialecto cubano. Fatigó las más de mil páginas sin dejar una sola palabra en francés, y reemplazando todas las veces que fue necesario la letra r por la l, para facilitar la fonética. “La zarza ardiente c’est moi” pasó al creole cubano como “la zalza aldiente soy yo”. Colón en persona, en su calidad de comandante en jefe de la isla, corrigió la traducción y finalmente optó por una opción más genovesa: “soy salsa al dente”.

Años más tarde, siguió contando el representante cubano, en un confuso episodio conocido como Piratas del Caribe, un corsario inglés se hizo con un ejemplar de la Biblia cubana como botín captura el hincha durante la vuelta olímpica de su equipo, y, tras una larga travesía, el libro recaló finalmente en las costas de Nueva Inglaterra. Como en aquel entonces el gobierno inglés impedía la inmigración de súbditos españoles y de sus virreinatos, no se pudo encontrar en todas las colonias de América del Norte un solo latino capaz de interpretar la Biblia cubana. Los cubanos, nos confesó el delegado, siempre sospecharon que el ejemplar terminó por caer en manos de los inmigrantes puritanos que fundaron el barrio Little Italy en Nueva York.

Brauer y yo agradecimos el testimonio del moreno, y de inmediato nos pusimos a googlear en busca del paradero de aquella traducción cubana, precursora de los gusanos balseros. Efectivamente, pudimos comprobar que el ejemplar había caído en manos italianas. Dos inmigrantes de Cerdeña, que a duras penas entendían el italiano de Dante, asumieron la misión divina de traducir esa Biblia criolla a la lengua del país que los acogía. Reverendos ignorantes tanto del español como del inglés, no fueron capaces de entender el significado del verbo español soy, y decidieron dejarlo sin traducir en la versión inglesa; con ayuda de un paisano que había encontrado trabajo en la cocina de un restaurante de Manhatan, pudieron encontrar un equivalente inglés para la palabra salsa: sauce. Como les parecía que la expresión al dente era redundante (todas las salsas italianas son al dente), la versión inglesa terminó rezando: soy sauce (salsa de soja).

Quién, cómo y por qué tradujo esa Biblia inglesa al alemán y se la acercó a Guttenberg para que probara su invento son interrogantes que aún nos quitan el sueño a Brauer y quien entreteje estos dislates. Por el momento, lo único que sabemos a ciencia cierta es que una copia de la versión inglesa se conserva en el Carnegie Hall de Nueva York. Lo sabemos porque Mercedes Sosa confesó haberla leído en los camarines durante uno de sus recitales y quedar pasmada. Tanto la conmovió el versículo que nos atañe que la Negra decidió hacerlo suyo e incorporarlo al tema Soy Pan, soy paz, soy más. En la noche del 24 de noviembre de 1986, ante una sala repleta de neoyorquinos, la negra salió a escena y cantó: Soy pan, soy paz… soy sauce.

martes, 8 de diciembre de 2009

Crónica de un matrimonio gay anunciado


Puteaux, Francia. - (De nuestro cronista alegre) Ni bien la Corte Suprema falle y Lilita Carrió haga la vista gorda, Alex Freyre y José María Di Bello finalmente podrán contraer el sagrado síndrome de la abstinencia adquirida (SSAA). Antes de que la luna de miel se lleve a Cabo Polonio a la pareja, te contamos en exclusiva a ti, hipócrita lector trolo, cómo será la primera boda gay de Argentina, a la que nunca vas a tener acceso en carne propia.
Cuando el reloj de la Iglesia más poronga de San Francisco de Asísehace (ex Santo Tomás de Aquinopodemoshacerlo) dé las una en puntos, ante el estupor de unos pocos y el estupro de otros tantos miembros de la abultada concurrencia, uno de los novios ingresará del brazo del padre de uno de los novios (probablemente del propio), y, bajo el imponente fulgor de vitriolos soplados, y al son de la Marcha fúnebre de la pasión amorosa, pasará con su descosido traje de cola junto a la Capilla Ardiente de la Santa Circuncisión de Nuestro Señor Jesucristo, camino al altar. Allí estará esperando otro de de los novios (casi con certeza el novio del novio que venía desfilando del brazo del padre de uno de los novios), vestido de smoking agujereado por ceniza de puchos y corbata negra de punta en blanco, por motivos que no conviene averiguar. A distancia prudencial de ese segundo novio estará el cura, un simpático prelado español a quien la Sacris Tía de uno de los novios (nunca se sabrá de cuál de los dos) habrá arrancado a la fuerza de una congregación de feligreses heterosexuales, porque, como señaló el Doctor Grondona, “los homosexuales no tienen cura”.
Una vez que haya dos novios y un cura en el altar, y otros tres hombres (el Padre, el hijo y el Espíritu Santo) en el cielo, el hombre de Dios leerá en voz alta los versículos del Génesis donde se narra la destrucción de Sodoma y Gomorra, en un último intento por disuadir a la pareja. Si esto fallare al igual que la Corte Suprema, el cura pelará como último recurso e interpelará a los novios: “Por última vez, os lo ruego: ¡no seáis putos!” Pero la indolente pareja no dará el brazo a torcer; a lo sumo ofrecerá una de sus cuatro muñecas y exigirá que el cura los case de una vez y para siempre, para así poder irse a la fiesta de una vez por todas. “Está bien, os caso porque está por venir el ocaso, pero antes debéis jurarme que no os casáis por apuro y que consumaréis el casamiento con sumo cuidado”. “Sí, juro”, dirá uno de los novios (casi con seguridad el del traje de cola), y luego el otro dirá lo mismo. “En nombre de la Santa Iglesia de San Fracisco de Asísehace”, dirá entonces el cura, “os declaro marido y marido. Puede besar al novio.” Nadie en el recinto sabrá a ciencia cierta a cuál de los novios iba dirigida la frase, no obstante lo cual todo el mundo llorará, para no ver con demasiada nitidez el beso.
A la salida de la Iglesia, después de una lluvia de arroz mezclado con insultos (y algún esporádico y nunca más pertinente grito de “¡vivan los novios!"), los recién casados y sus familiares abordarán el trolebús que los llevará al salón de fiestas El hostal de las mariposas. Un reputado chef de cuisine francés estará a cargo del menú: boga chupacirio flambée de entrada, y penne sin ostras en pomme du terre de plato principal. El alcohol, por cierto, no raleará, para que después nadie pueda decir que volvió a su casa sin haber chupado comme il faut. Los novios en persona se encargaron de seleccionar la lista de temas que pinchará el DJ, en donde no faltarán In the closet, de Michael Jackson, Entregá el marrón, de los Decadentes, y Losing my invicto, de R.E.M. Los platos fuertes de la noche serán el exclusivo recital de Jim Morrisey, ex líder de la banda The Toors, y el refinado show del Mago Maradona, que, entre trucos y retruécanos, adivinará el número exacto de invitados que la tienen adentro.
Tras largas disputas, se decidió que el primer vals lo bailarán simultáneamente los dos padres de los novios con sus despectivos yernos, y solo unos segundos más tarde, al estilo jasídico, las madres harán lo impropio entre ellas. Durante el carnaval carioca no faltarán maracas, pitos ni matracas, y ningún invitado podrá abandonar el salón sin antes haberse clavado una rica torta bombón en la mesa dulce.

Para la próxima: crónica del primer casamiento gay judío.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Tiger Woods se va a Venezuela para alejarse de los hoyos


Desde el confesionario de la mansión de madera que mandó construir en una isla del Tigre, Tiger Woods admitió que últimamente estuvo pasando negras para concentrarse en mujeres blancas. A través de un press release (liberador de presiones), lamentó haber dejado caer a su esposa (let her down) en el oprobio, pero negó que su choque con una boca de incendio hubiera sido un intento desesperado por no prenderse fuego. “A pesar de lo que pueda sugerir mi apellido, no soy de madera. Ahora, por culpa de un hierrazo de más, estoy en el hoyo. Yo me equivoqué y pagué, pero los palos no se doblan”, dijo, citando infielmente a Maradona. Desde hace ya un tiempo, el golfista viene teniendo problemas para mantenerse bajo el par (monógamo), porque, dada su popularidad, su talento y su carisma, son muchas las mujeres dispuestas a que le haga un hoyo en uno. Recientemente salió a la luz el affaire que mantuvo con una profesora de Literatura Inglesa, a la que conquistó estando de racha, poco después de haber conquistado el Abierto de Augusta. La mujer quedó tan encantada con el tiro de approach de Woods que ahí nomás, confiada en que eran pocas las probabilidades de que un deportista negro y americano supiera de la existencia de William Blake, le hizo el verso recitándole el poema The Tyger. “Fue una idea que surgió del Spur of the Moment”, dijo la académica, echándole la culpa al basquetbolista argentino Emanuel Ginóbili. Tiger Woods aseguró que se irá a Venezuela para dejar en paz por un rato a los greens (Greenpeace), y poder así concentrarse en reconstruir su imagen de Putter Familae. “Ahora lo que más quiero es estar con mi hijo”, sostuvo, “para que después, cuando sea grande, no digan que es un ‘hijo ‘e Tiger’”.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Piqueteros versus Gobierno: contiendas de campaña en plena Avenida de Mayo


Esta mañana, cosa curiosa, ni bien hubo escampado pudo verse que un nutrido grupo de piqueteros había acampado en plena Avenida de Mayo, dispuesto a permanecer allí hasta que el gobierno le entregara a Jesica Subcirio. Los manifestantes, encabezados por los futbolistas del movimiento Barrios de Buen Pie y los jinetes, caballos y petiseros del Polo Obrero, hicieron que a más de un trajetreado transeúnte porteño se le hinchara la vena al ver que le cortaban la tradicional arteria para jugar un picadito y comerse una picada. Advertido por un asesor de que no se trataba de una nueva manifestación contra él sino contra el gobierno nacional, el jefe de gobierno de la ciudad no desperdició la oportunidad de hacerse un pic-nic, y dio su visto bueno a la protesta. “Está bien, pueden cortar la calle”, dijo, “pero háganlo con carpa”. La contraofensiva de la Rosada no se hizo esperar. Cristina anunció que tenía un plan para ubicar a los piqueteros en puestos de trabajos efectivos en la CABA. “En la ciudad de Buenos Aires sobran abogados chupa cirio que darían cualquier cosa por que la Cirio se la chupe a ellos, y faltan jueces dispuestos a casar parejas gay. Propongo que los piqueteros oficien de jueces de paz”. La medida fue recibida con estupor por el sindicato de prostitutas, que lleva años quejándose de que el gobierno les pone trabas que dificultan el ejercicio de su profesión.

martes, 1 de diciembre de 2009

Ciro… James, Ciro: el Ciro Ciro Siete a las Islas Mauricio


Después del revuelo del pajarito que ventiló el secreto de las escuchas del espía porteño Sir O. James, los familiares de víctimas de la Amia se rehúsan a otorgarle al jefe de gobierno la posibilidad de asumir la culpa del suceso. “La culpa es nuestra y solo nuestra”, vociferaban los dirigentes más culposos de la comunidad en los pasillos de la Jefatura de Gobierno Porteño. Los miembros de la JP (Judíos Porteños) han convocado ya a una movilización con marcha seguida de scratching para estas próximas vísperas de shabat. El sector más rockero de la comunidad (la quinta columna judía) planea realizar todo el recorrido al son del tema de Led Zeppelin Nobody’s Fault but Mine, que será interpretado por la banda tributo Black Shabath. Una vez frente al domicilio de Sir O. James en el barrio de Los Canitas, esperarán a que salga la primera estrella de la policía metropolitana al balcón para entonar a Capella el tema de Charly y Spinetta Rezo por vos.
Lamentablemente, ni todos los rezos del mundo cristiano lograrán que se disipen las ganas del jefe de gobierno de colgar a Sir. O. James de la punta del Obelisco. “Se mandó una cagada de la gran Ciro Ciro Siete”, se lo escuchó gritar al jefe de gobierno durante su única jornada semanal de trabajo. La comunidad judía quiere que Sir. O James sea juzgado en Jerusalén, y ya ha depositado una notita en el Muro de los Lamentos pidiéndole a Dios que el espía sea degradado y condenado, al igual que Dreyfus, a pasar una temporada de cárcel en la Isla del Diablo, que desde hace unos años pasó a formar parte del archipiélago de las Islas Mauricio.