martes, 8 de diciembre de 2009

Crónica de un matrimonio gay anunciado


Puteaux, Francia. - (De nuestro cronista alegre) Ni bien la Corte Suprema falle y Lilita Carrió haga la vista gorda, Alex Freyre y José María Di Bello finalmente podrán contraer el sagrado síndrome de la abstinencia adquirida (SSAA). Antes de que la luna de miel se lleve a Cabo Polonio a la pareja, te contamos en exclusiva a ti, hipócrita lector trolo, cómo será la primera boda gay de Argentina, a la que nunca vas a tener acceso en carne propia.
Cuando el reloj de la Iglesia más poronga de San Francisco de Asísehace (ex Santo Tomás de Aquinopodemoshacerlo) dé las una en puntos, ante el estupor de unos pocos y el estupro de otros tantos miembros de la abultada concurrencia, uno de los novios ingresará del brazo del padre de uno de los novios (probablemente del propio), y, bajo el imponente fulgor de vitriolos soplados, y al son de la Marcha fúnebre de la pasión amorosa, pasará con su descosido traje de cola junto a la Capilla Ardiente de la Santa Circuncisión de Nuestro Señor Jesucristo, camino al altar. Allí estará esperando otro de de los novios (casi con certeza el novio del novio que venía desfilando del brazo del padre de uno de los novios), vestido de smoking agujereado por ceniza de puchos y corbata negra de punta en blanco, por motivos que no conviene averiguar. A distancia prudencial de ese segundo novio estará el cura, un simpático prelado español a quien la Sacris Tía de uno de los novios (nunca se sabrá de cuál de los dos) habrá arrancado a la fuerza de una congregación de feligreses heterosexuales, porque, como señaló el Doctor Grondona, “los homosexuales no tienen cura”.
Una vez que haya dos novios y un cura en el altar, y otros tres hombres (el Padre, el hijo y el Espíritu Santo) en el cielo, el hombre de Dios leerá en voz alta los versículos del Génesis donde se narra la destrucción de Sodoma y Gomorra, en un último intento por disuadir a la pareja. Si esto fallare al igual que la Corte Suprema, el cura pelará como último recurso e interpelará a los novios: “Por última vez, os lo ruego: ¡no seáis putos!” Pero la indolente pareja no dará el brazo a torcer; a lo sumo ofrecerá una de sus cuatro muñecas y exigirá que el cura los case de una vez y para siempre, para así poder irse a la fiesta de una vez por todas. “Está bien, os caso porque está por venir el ocaso, pero antes debéis jurarme que no os casáis por apuro y que consumaréis el casamiento con sumo cuidado”. “Sí, juro”, dirá uno de los novios (casi con seguridad el del traje de cola), y luego el otro dirá lo mismo. “En nombre de la Santa Iglesia de San Fracisco de Asísehace”, dirá entonces el cura, “os declaro marido y marido. Puede besar al novio.” Nadie en el recinto sabrá a ciencia cierta a cuál de los novios iba dirigida la frase, no obstante lo cual todo el mundo llorará, para no ver con demasiada nitidez el beso.
A la salida de la Iglesia, después de una lluvia de arroz mezclado con insultos (y algún esporádico y nunca más pertinente grito de “¡vivan los novios!"), los recién casados y sus familiares abordarán el trolebús que los llevará al salón de fiestas El hostal de las mariposas. Un reputado chef de cuisine francés estará a cargo del menú: boga chupacirio flambée de entrada, y penne sin ostras en pomme du terre de plato principal. El alcohol, por cierto, no raleará, para que después nadie pueda decir que volvió a su casa sin haber chupado comme il faut. Los novios en persona se encargaron de seleccionar la lista de temas que pinchará el DJ, en donde no faltarán In the closet, de Michael Jackson, Entregá el marrón, de los Decadentes, y Losing my invicto, de R.E.M. Los platos fuertes de la noche serán el exclusivo recital de Jim Morrisey, ex líder de la banda The Toors, y el refinado show del Mago Maradona, que, entre trucos y retruécanos, adivinará el número exacto de invitados que la tienen adentro.
Tras largas disputas, se decidió que el primer vals lo bailarán simultáneamente los dos padres de los novios con sus despectivos yernos, y solo unos segundos más tarde, al estilo jasídico, las madres harán lo impropio entre ellas. Durante el carnaval carioca no faltarán maracas, pitos ni matracas, y ningún invitado podrá abandonar el salón sin antes haberse clavado una rica torta bombón en la mesa dulce.

Para la próxima: crónica del primer casamiento gay judío.

1 comentario:

  1. jajajajaja, hasta donde llegara todo esto?
    Cómo se educaran las proxias generaciones? fernandito, mira que muchachito mas apuesto !!!, pero mira a esa jovencita que bonita !!!
    Cúal te gusta más??
    jajajaj, ahorita los heterosexuales tendran que luchar por sus derechos, ahorita nos vacunarán jjajaja

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