miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿El antisemitismo es innato?




El origen del antisemitismo se remonta a los confines del tiempo 1. Al igual que con el huevo y la gallina, siempre se creyó que nunca se llegaría a saber a ciencia cierta qué cosa fue primero: los judíos o el antisemitismo. Los miembros de la Corriente Antisemita Combativa son de la idea (la única que han logrado elaborar hasta el momento) de que el primer episodio de antisemitismo lo protagonizaron Adán y la serpiente en el Jardín del Edén, aunque todavía no han podido establecer cuál de los dos personajes, hombre o serpiente, representa el papel de judío en el relato. Por las dudas le echan todas las culpas a Eva, la mujer. Antisemitas más moderados, en cambio, señalan a Abraham, el primer judío de la historia, como el patriarca del antisemitismo. Para ellos, Abraham despertó los primeros clamores antisemitas cuando sentó las bases de la estafa comercial, que luego perfeccionarían judíos contemporáneos como Beraja y Greg Madhoff. “Abraham se enriqueció vendiendo los ídolos de barro que comerciaba su padre, y luego publicitó por toda Asia Menor la existencia de un Dios único e incorpóreo, para que los ídolos perdieran su valor y él pudiera volver a comprarlos a precio de baratijas”, sostiene Saúl Marrano, dirigente del movimiento Antisemitismo para Todos.
La controversia entre radicales y moderados se extiende a otra cuestión fundamental: el carácter innato del antisemitismo. Si bien ambas corrientes coinciden en que esto es así, las posturas difieren levemente. Los radicales creen con fe ciega en las investigaciones científicas llevadas a cabo por la Universidad del Vaticano, que demuestran que el antisemitismo se desarrolla en el cerebro de todo embrión ya al segundo día de gestación, siempre y cuando no se encuentre en el seno (en ninguno de los dos) de un vientre judío. Estos hallazgos explicarían a un mismo tiempo la importancia que otorga el judaísmo al vientre materno y la negativa de la Iglesia a consentir el aborto de madres no judías. Los moderados, por su parte, aceptan el carácter innato, pero sostienen que el antisemitismo no anida el cerebro del futuro antisemita sino en las células de su prepucio. De ahí la importancia de la circuncisión para el judaísmo y el ensañamiento de los antisemitas moderados con Abraham, el primer hombre en abandonar sus filas; de ahí también (del prepucio) la explicación de por qué hay tan pocas mujeres antisemitas. Los moderados han logrado así zanjar la disyuntiva huevo-gallinesca, estableciendo que el antisemitismo es intrínseco al pene del hombre y que, por lo tanto, preexistió al primer judío circunciso.

[1] Hay antisemitas que sostienen que esta expresión española es, de hecho, resultado de la influencia mercantil de los judíos sefaradíes. Según esta postura, originariamente, en español antiguo, la expresión rezaba “sinfines del tiempo”, pero los judíos españoles, familiarizados con el concepto protestante “tiempo es dinero”, preferían decir “los confines de lucro del tiempo”. Finalmente la partícula “de lucro” decantó, porque hasta los propios inquisidores españoles la consideraron demasiado antisemita.


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