Miguel Jackson, o Maicol, como lo conocía la indiada de su Gary (Coleman) natal, estuvo desde siempre, al igual que nuestra patria, condenado al éxito. Quizás su padre no haya sido tan prócer como el nuestro, San Martín, aunque las malas lenguas dicen que Joseph Jackson era ducho con el sable corvo. Lo cierto es que Miguelito muy pronto comprendió que lo suyo era el cante y baile, y decidió trabajar día y noche, como un blanco, para difundirlos. Desde los tiempos de Fred Astaire, quien ganara fama mundial con su programa de entrevistas The Astaire Hour y posteriormente con su reality show The Astaire Office, nadie hizo tanto por el baile como Miguel Jackson.
De chico Miguel no la tuvo nada fácil: su padre estaba siempre en bolas, y él se las veía negras. La “Toya”[1] Jackson, una de sus hermanas, recuerda las aciagas circunstancias que llevaron a su hermano Miguel, por entonces de 5 años, a inventar los pasos que por siempre lo distinguirían. “Miguelito tenía la costumbre de andar en pelotas por toda la casa, y mi padre no toleraba la competencia”, confesó desde su mansión de
Antes de coronarse como Rey del Popurrí de Enganchados Bailables, Miguel Jackson tuvo un breve idilio con el tango y el flamenco, pero pronto abandonó esos géneros sin demasiada tela y en medio de un gran escándalo que incluyó graves acusaciones contra dos de los máximos exponentes: “Gardel es un zorzal y Paco me deslucía”, llegó a decir a la salida de su último show de flamenco, un duelo de cante con Camarón en el que hicieron tablas.
Ya encaminado en la senda del pop, Michael conoció al gran amor de su vida y le dedicó el tema “Man in the Mirror”. Casi enseguida comenzaron a circular los primeros rumores acerca de su supuesta pedofilia. Para desmentirlos y dejar en claro su hombría de bien, fue a visitar un hogar de niños en San Petersburgo y se dejó fotografiar en varios estadios de fútbol alentando al “Pibe” Valderrama y a un todavía muy tierno “Niño” Torres, que acababa de cumplir 2 años de edad.
Por aquel entonces alguien le hizo llegar una contratapa del diario Clarín, que en esa época publicaba la tira “El negro blanco”. A la mañana siguiente amaneció inexplicablemente de otro color, y ya nunca dejó de ser el blanco de las críticas. Para justificar el cambio de raza en las oficinas del Ku Kux Klan de Harlem, alegó: “yo siempre fui un negro que la tuvo clara”.
En los
[1] Nota del traductor: Toya, en inglés de Indiana, significa “jugueta sexual”
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