martes, 23 de marzo de 2010

Diario de un poeta rolinga en Villa Gesell (parte 27)


5 de enero

La castaña me dio una carpeta con fotos y una hoja con preguntas. Me pareció raro que las preguntas vinieran ya con las respuestas escritas, pero lo más raro era que cada pregunta tenía como cuatro respuestas diferentes. “Cacha, me diste el examen de otra persona”, dije para que la rubia y las morochas vieran que soy un tipo inteligente y honesto (en realidad lo hice porque la castaña me había avisado que el examen iba sin nota), “acá están las respuestas ya escritas”. “Ya lo sé”, me dijo ella, “hay cuatro respuestas, pero vos tenés que elegir solo una. Señalá cuál es haciéndole una cruz.” “Por favor, Cacha, a ese programa de radio le hice la cruz hace rato ya”, le dije, “ese Pergolini se las da de fanático de los estón pero es un careta que tiene más guita que mis primos ladrones”. “Basta”, gritó la castaña, “respondé las preguntas y después hacemos el oral. Ahora silencio”.

¿Por qué no dejará que me hagan el oral las morochas, que tienen más experiencia?, me preguntaba yo. Así se me fueron los primeros cinco minutos del examen. Recién entonces pude concentrarme y leer la primera de las preguntas, y en eso se me fueron otros cinco minutos más (cómo me acostaron los de ese curso de lectura veloz, y yo que lo hice para poder leerme el Olé en menos de un día). La primera pregunta decía: “Observe las fotografías y señale cuál de los siguientes términos utilizaría usted para referirse a ese objeto/persona”. “Cacha, dejame decirte un par de cositas antes de empezar”, le dije a la castaña, “primero, no hace falta que me trates de usted, podés vosearme, y segundo, no estoy de acuerdo con poner a objetos y personas en la misma bolsa: hasta las mujeres objeto son personas”, y le guiñé un ojo a las morochas.

“A ver, dame eso”, gritó la castaña y me sacó la carpeta con las fotos. “Te voy a hacer yo las preguntas directamente. Voy a mostrarte una foto y vos vas a decirme cuál de las cuatro palabras que figuran en la hoja de respuestas es la que usás para nombrar lo que aparece en la foto”. “Joya”, dije, y, mirando a la rubia y a las morochas, agregué: “esto es una papa”. “Bien, marcá la respuesta con una cruz”, dijo la castaña, que a todo esto había sacado la primera foto, que era justamente de una papa. Tuve mucho pedo, es verdad, pero de todas formas creo que hubiera acertado lo mismo, porque las otras opciones directamente no las había escuchado nunca. Una era tubérculo, o algo por el estilo, que a mi me sonaba más a hemorroides o a un yanqui acusándome de haber relojeado el orto de su novia; las otras era potato y pomme du terre, dos palabras que en mi puta vida había visto ni escuchado. ¿De dónde mierda las habrá sacado?

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