jueves, 18 de febrero de 2010

Diario de un poeta rolinga en Villa Gesell (parte 18)


5 de enero

Al final me comí un par más de sándguches de pan con manteca y azúcar, así que, en lugar de irme a dormir, terminé en haciendo futing en la orilla con unos empleados del Banco de Arena que se entrenaban para las corridas bancarias de marzo. Cuando quise darme cuenta estaba otra vez en las playas del centro, rodeado de botellas vacías, forros usados y familias que intentaban aprovechar la mañana para tomar sol sin que sus hijos les preguntaran todo el tiempo por qué los cigarrillos de la gente grande tenían un olor tan raro. De a poco los efectos del pan con manteca y azúcar comenzaron a disiparse, y palmé en mitad de un médano como si me hubiera caído un coco en la cabeza.
Desperté ya entrada la tarde, a la sombra de una nube formada por la evaporación del chivo de mi frente. (Ahora entiendo el título del disco Sopa de cabeza de cabra.) Tampoco había personas a la vista; apenas un ave carroñera que se relamía por mi olor a muerto y un lobo de mar notablemente excitado por mi aliento. Como no me gustan mucho los animales, los espanté cantándoles con voz ronca de recién levantado el tema Get Off of my Cloud.
Me di un chapuzón para despabilarme, y de paso lavarme los dientes con el dedo y vaciar la vejiga. Cuando salí del agua me hice la milanesa para que la arena me protegiera del sol, aunque a esa altura, después de haberme quedado dormido en el médano, hasta el pelo se me había teñido de colorado. No sabía si volver al departamento o mandarme de una para Pinamar, a ver si encontraba a la rubia para robarle un beso o, si fracasaba, ir a buscar a mi primo para desvalijarle el chalecito por despecho. Finalmente, después de consultar un par de oráculos que caminaban por la orilla, decidí hacer las dos cosas: primero pasar por casa para dejarle una notita a Juan, y después seguir camino hasta la terminal, que queda ahí cerca, y tomarme el primer bondi a Pinamar.
En la casa solo encontré una araña y una mosca que se habían vaciado el tarro de azúcar y bailaban colgadas del techo al ritmo de la versión de The Spider and the Fly andplague del disco Stripped. De alguna manera Juan y su amigovio se las habían ingeniado para volver al departamento, tomar merca y darse masa. Eso lo deduje porque me acordé que Juan une vez me dijo que es disco no le gusta, que solo lo pone cuando se pasa de rosca con el tarro de azúcar y le pinta hacer un strip-tis. Saqué una hoja de mi cuaderno y escribí:

Me voy a Pinamar a pegar minita, no como vos que sos puto. Chau.

Dejé la nota sobre la mesa y me fui cantando I’m Free, el siguiente tema del disco, pero sin mover demasiado los brazos ni los hombros porque los tenía rojos por el sol y me ardían.

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