lunes, 1 de febrero de 2010

Diario de un poeta rolinga en Villa Gesell (parte 10)


4 de enero

Le dije a la rubia que un beso estaría bien para empezar. “Una le da una mano y ellos enseguida te piden el codo, típico de negro del conurbano”, dijo y me puso el codo en la cara para que se lo besase. “No, no, un beso en la boca”, le dije. “Ni en pedo”, me contestó, “mirá cómo tenés ese labio de hinchado”. Me di cuenta de que iba a tener que remarla, menos mal que la hinchazón de la boca me daba mucha labia. Me inspiré y le pregunté el nombre. “Me llamo María Enriqueta de Anchorena y Beruti”. “Ah, sos de la capital”, le dije para demostrarle mis conocimientos de geografía. “Ay, nada que ver, nene,”, me dijo, “Anchorena y Beruti es mi apellido, soy de Ishidro”. “Mirá vos, yo tengo un primo lejano que también vive en Isidro Casanova. Antes éramos primos cercanos porque vivíamos los dos en Berazategui, pero cuando se casó de apuro se mudó porque decía que Isidro Casanova era el único lugar del conurbano donde todavía se construían monoblocks nuevos.” “Ay, no entendés nada”, me dijo, “soy de Shan Ishidro, zona norte, en donde están el SIC y el CASI, ¿conocés esos clubes?” Le dije que no, cosa rara porque yo me sé el nombre de todos los clubes de fútbol de la Argentina. Probablemente habían ascendido a Primera D en diciembre, y por eso todavía no los conocía ni de nombre.
“¿Venís siempre a este boliche?”, le pregunté en otro rapto de inspiración, cuando vi que nos estábamos quedando sin tema de qué hablar. “No, es la primera vez que vengo”, dijo, “de hecho es la primera que vengo a Gesell en mi vida.” “¡Qué casualidad!”, le dije, “yo también. De chico iba siempre a la Bristol o a Mar de Ajó, ¿vos a dónde ibas? “Yo veraneé toda mi vida en Pinamar, pero papá nunca nos dejaba ir más allá de Cariló”. “¿Queda lejos eso?, le pregunté. “No te puedo creer”, me dijo, “¿en serio no sabés dónde está Pinamar? Queda acá nomás, a quince kilómetros.” “Ah, sí, ya sé”, mentí que me acordaba, “justo ayer me encontré a mi primo Pedro que tiene unos negocios allá. Probablemente vaya mañana a darle una mano.” “¿En serio? ¿A qué se dedica tu primo?” “Eh… hace… mudanzas de verano… viste que hay mucha gente que no le gusta andar de un lado a otro con las cosas con este calor, así que él le lleva las cosas.” “Pero mirá qué copado tu primo, che. ¿Y vos a qué te dedicas?” “Yo soy poeta”, le dije. Enseguida le aclaré: “escribo poemas”.

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