viernes, 22 de enero de 2010

Diario de un poeta rolinga en Villa Gesell (parte 2)


3 de enero (por la tardecita)

Nos despertamos antes del mediodía, asustados por el ruido de las ratas que huían del olor y el hacinamiento de nuestro medio ambiente. A media mañana Juan se había tirado un pedo que, estoy seguro, habrá activado la alarma de tsunamis en la costa de Sudáfrica. Desayunamos una copita de vino tibio con leche y enseguida nos fuimos a la playa, a ver si el sol y el mar nos distraían y tirábamos hasta la cena sin gastar en comida. Cuando llegamos a la orilla Juan se ofreció a pasarme su bronceador por la espalda. Yo le dije que no, que eso era de putos, y él me respondió que él era puto, que por eso había aceptado venir conmigo de vacaciones. Ahí entendí por qué se había pasado todo el viaje en bondi durmiendo sobre mi hombro. Primero pensé en cagarlo a trompadas pero en seguida lo perdoné porque me acordé que hasta el ídolo de Jagger alguna vez había estado con un hombre. En la arena hacía calor y en la orilla hacia frío; sugerí que fuéramos a tomar algo al parador pero los precios me dieron más escalofríos que las olas.¡8 pe una botellita de agua mineral! ¡Más salada que la del mar!
Como Juan no pareció entusiasmarse demasiado con mi plan de ir a hablar con minitas, le dije que buscara un lugar a la sombra y se quedara leyendo la poesía completa de Keith Richards, un librito de cinco páginas que le había comprado en Retiro a un canillita rubio y de pelo largo que se hacía llamar Claudio Paul. Yiré de un lado a otro hasta que finalmente encontré un grupo de minitas más hot que la arena. El único problema era que estaban todas en círculo alrededor de un logi que tocaba tema de los Bitels en la viola. Sin pensarlo dos veces, me acerqué al grupo contoneando brazos y caderas al ritmo de She’s so Cold y, cuando estuve a medio metro de la mina con mejores tetas, dije: “Eh, loco, Harrison y Lennon son unos muertos, ¡tocate una de los Estón!” “Tocame vos ésta”, me respondió el pibe antes de partirme la viola en la cabeza.
El desmayo fue un flash. Soñé que Keith Richards me partía su guitarra en la cabeza mientras tocaba Satisfaction en la gira de 1981 de Still Life. Cuando abrí los ojos, Juan me estaba haciendo respiración boca a boca y todo el balneario aplaudía como si se hubiera perdido un chico. "¿Qué hacés, puto? Volá de acá", le grité a Juan y me volví al medio ambiente silbado y abucheado por toda la playa. Mejor duermo un poco para olvidar este horrible comienzo de día. A ver si junto pilas para esta noche en el boliche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario